domingo, 16 de agosto de 2015

De paseo por Bélgica

Una semana en Bélgica da para mucho. Es un país pequeño y queda todo tan a mano, que puedes pasearte de una ciudad a otra sin grandes distancias. En realidad al final tampoco es que yo haga nada nuevo, porque siempre tengo ganas de volver a los mismos sitios, ya que cada vez la perspectiva es un poco diferente.

Me sigue encantando Amberes, esa ciudad cuyo símbolo es la mano que le cortó un joven de la ciudad al gigante que la tiranizaba, liberando a sus ciudadanos de su yugo, y la lanzó al Schelde, el río que atraviesa la ciudad y que está ahí mismo, al lado de la Gran Plaza con la estatua que celebra el acto heróico.


Y sin embargo me choca que una ciudad tan especial esté gobernada por un gobierno de ultraderecha, xenófobo como es el Vlaams Belang, que reclama la independencia de Flandes pero no sólo... Y me choca que una mayoría de sus ciudadanos haya elegido un gobierno así. Sin embargo, cuando estuve hace una semana, la ciudad celebraba el orgullo gay como si no hubiese un mañana... No me cuadra. Parece como si por ser normales con algunos temas pensasen que con los demás da igual. 


Lovaina es otra de sus maravillas. Ciudad universitaria hasta la médula, transpira este espíritu desde cada rincón. Hasta en época de vacaciones tiene una vida nocturna nada desdeñable para el norte de Europa. La siguiente foto es el Begijnhof, el Beguinaje, uno de los varios que hay en Flandes y que tienen el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En los beguinajes vivían mujeres religiosas (no monjas) dedicadas a los pobres y a los necesitados. Hoy día siguen siendo remansos de paz habitados por estudiantes o por cualquiera que desee vivir en un lugar histórico tan especial.


El ayuntamiento de Lovaina es una maravilla, se mire por donde se mire, como otros en otras ciudades flamencas.


Pero este año todos hemos oído hablar mucho de Waterloo, por el bicentenario de la derrota de las tropas de Napoleón por parte de las inglesas bajo el mando del Duque de Wellington. Estuve hace allí  algunos años por primera vez, pero por motivo del bicentenario han abierto un museo impresionante con una película en 3D con pantalla panorámica que te hace sentir en medio de la batalla. Qué bestias eran y qué poco valía la vida, poniendo a tantos soldados como carne de cañón y que sabían que iban como tal. El león conmemora la batalla, pero las vistas desde arriba muestran esos campos en la actualidad tan pacíficos pero que entonces fueron el escenario de una batalla tan cruenta. 



Waterloo fue una derrota histórica que cambió los planes de Napoleón, que a saber dónde hubiese llegado si no, en vez de al destierro en la isla de Elba. No es que los otros fueran más fuertes ni mejores, porque al parecer ganaron no por fuerza propia sino por el apoyo final de los prusianos cuando ya estaban bastante flojos. En cualquier caso ahí sigue el campo de batalla, como símbolo de una derrota inmensa. Ya lo cantaba Abba, aunque esa batalla era la del amor, que también lleva sus bajas a lo largo de la historia, no cabe duda :-).

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