martes, 7 de abril de 2015

Lugares de inspiración

Ayer, cuando quise pagar una cosa con mi tarjeta de débito, no recordé el código de la tarjeta. Tecleé dos combinaciones que no eran y la vendedora me dijo que un error más y se me bloquearía la tarjeta. Fue en la farmacia del aeropuerto de Hamburgo, al regresar de tres días en Niza. Después estuve toda la tarde tratando de recordar el número que habré tecleado un millón de veces. Y hoy, en el supermercado, al ir a pagar, probé otra vez y a la primera acerté. Lo que es la rutina. Te conecta todas las neuronas y te las reestablece por completo. Si me vuelvo a olvidar del código, volveré al súper, pues allí, como he comprobado hoy, me ocurre el reseteo. Cada uno tiene sus lugares de inspiración.

Antes de eso hoy he dado clase, y puedo asegurar que los profes tenemos nuestros días buenos y nuestros días malos. Somos como los actores: un día nos comemos el escenario, y otro vamos a cámara lenta. Yo era hoy del segundo grupo. Por suerte mis alumnos estaban igual que yo, y nos hemos retroalimentado en nuestra lentitud. Hasta ayer fue Semana Santa aquí, que en realidad no es una semana sino cuatro días de fiesta, o mejor dicho el Viernes Santo y el Lunes de Pascua, y el resto fin de semana. Y hoy era el regreso a la rutina, por suerte para todos los códigos que almaceno. A mí a veces me saltan chispas entre los de las tarjetas, el de la página de mi trabajo, el de la del banco, más todas las contraseñas para las páginas que utilizo habitualmente.

Sí, he estado en Niza. No se me olvida. También en Antibes, Grasse y Cannes. Salvo por el festival de cine, olvídense de este último. No tiene nada, y menos cuando entre tanta tienda de Chanel y demás marcas de lujo, encima te diluvia, En Niza hizo sol. Qué bonita ciudad. No me extraña que aquí viniera tanto pintor a inspirarse, o mejor dicho escapando del clima del resto del norte de Europa. Lo de la pintura era mera excusa. Matisse estuvo aquí, Picasso en Antibes, Van Gogh no muy lejos. Por no olvidar a tanta aristocracia europea que hibernaba allí. Me gustó mucho Antibes, donde a Picasso le dejaron 2 meses un castillito en lo alto de la ciudad con vistas al mar, para inspirarse, y vaya si lo hizo. Pero es que en un lugar así se inspira cualquiera, y más cuando un pintor consagrado ya en aquel momento como lo era Picasso, con hacer cuatro rallajos creaba una obra para la posteridad. Las obras expuestas en el Museo de Picasso de Antibes no son de lo mejorcito que he visto de Picasso pero el lugar tiene su magia. Que Picasso pasase por aquí, pintase, y además les dejase las obras producidas en ese momento, fue un golpe de suerte para esta ciudad que es bastante tranquila, tanto, que se permite cerrar el museo de 12 a 14 h un domingo, dejando a los turistas tirados esas dos horas. "Como se quedan hasta que abren otra vez"... pensarán. Y razón tienen.

La Costa Azul. Ciertamente el color del mar en esta región es de un azul especialmente bonito. Qué listos eran los pintores. Y qué listo era Picasso.


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