sábado, 6 de junio de 2015

El magnolio que se convirtió en cerezo

Hace 12 años estaba a punto de soltar a mi hija pequeña. Qué diferente es nuestra vida con el paso de los años. En aquel momento ya sabía lo que era ser madre, pero sólo de una. Ser madre de dos hace que te diversifiques en tu papel de madre, y cada uno de tus hijos encuentra el lugar que le toca en la familia. Mi hija pequeña es muy particular. Me sigue haciendo reír día a día con su lógica aplastante y su humor tan sutil pero no por menos desternillante. Su última ocurrencia es que está harta de estudiar de más, que en todos los exámenes le preguntan una mínima parte de todo lo que ha estudiado, y que todo lo que se estudió de más fue perder el tiempo. Otra de las suyas estos días ha sido decir que saber lo que es la fotosíntesis de las plantas no sirve para nada, o que algo tan simple como una flor, tenga tantas partes, y que de qué sirve aprenderse todo eso. Completamente inútil.

Encima, durante todo el curso escolar, ha tenido que hacer un diario de un árbol. Eligió lo que ella creía que era un magnolio, pero ahora en primavera ha resultado ser un cerezo. Menudo disgusto se llevó. Todo lo que llevaba hecho hasta entonces lo ha tenido que cambiar y adaptarlo a un cerezo. Menudo cabreo. Y ahora en su trabajo, el magnolio se ha convertido en cerezo, todos los textos y dibujos. Pero la vida es así. Las cosas no son lo que parecen, le digo yo siempre, y si trabajásemos o estudiásemos tan selectivamente, el resultado podría salir bien una vez, y de chiripa, pero la mayoría de las veces sería un desastre.

Últimamente me cuenta cosas de cuando era "pequeña", y ella misma se parte. Hoy me contaba que una vez en un San Nicolás, fiesta celebrada cada 6 de diciembre en Alemania, me puso un dibujo junto con su hermana en mi zapato, y que yo les di las gracias a las dos y que ella se preguntó que cómo podría yo estar tan segura de que eran ellas y no el San Nicolás. Debe ser increíble darte cuenta como "mayor" de esas cosas y reflexionar sobre ellas. Ella lo hace un montón y guasona como es, me toma el pelo por sus "traumas", de si hice esto o lo otro, o más bien no hice. 

Pero la que reflexiona año a año soy yo. Crecen demasiado rápido. Por eso hay que celebrar mientras podamos.


1 comentario:

  1. ¡Hola!
    He estado leyendo tu magnífico blog. Lo encontré buscando ¿testimonios? de gente viviendo en Alemania, y más específicamente en Hamburgo porque vivo aquí desde hace meses con mi marido, que es español, gallego para más señas. Y este post me ha enternecido a tal punto que dije: tengo que escribirle. Gracias por esa dulzura. Esa hija graciosa de la que hablas me ha hecho reír también con lo que cuentas. Lo de la flor es genial.

    Gracias por tus letras, de veras. Seguiré leyéndote. :)

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