jueves, 5 de noviembre de 2015

Compartir mesa

Me encantan esas situaciones en las que si te plantaran de repente en otro lugar, sin saber dónde estás, adivinarías a la primera en qué país te encuentras. Hoy contaba en clase una anécdota que me pasó la semana pasada en Tenerife. Fuimos a un guachinche a comer, por cierto, gran invento estos locales sencillos de comida auténtica canaria con vinitos de la tierra. Había mucha gente esperando y dentro estaba lleno. Tomaron nota de mi nombre y esperamos una hora a que nos tocara mesa. Cuando se acercaba el momento y éramos los siguientes, vi que se estaba quedando libre una mesa muy grande. Una chica que iba detrás de mí, se empezó a emocionar partiendo de la base que se la darían a ella y a su numeroso grupo. La alemana que hay en mí empezó a inquietarse y estuve a punto de decir algo, a la chica y al camarero, pero decidí esperar al desenlace, bien segura de que si nos colaban al grupo, la montaría y buena.

El camarero nos llamó a nosotros, lo cual era lo justo, y le ofreció al grupo sentarse a nuestro lado, algo que en Alemania sería de lo más normal. Aquí la gente comparte mesas con desconocidos sin ningún problema. Y dijeron que no. Entonces se sentó una pareja al otro lado de la mesa, por lo que éramos solo cuatro, dos en cada punta, con un montón de sitios entremedias, por lo menos seis. Pues todavía les toco esperar una hora más. Nosotros comimos, pagamos y todavía seguían fuera. Reconozco que toda la situación me divirtió mucho.

¿Por qué los alemanes pueden compartir mesa con desconocidosy no les molesta y a los españoles sí, y prefieren esperar una hora más? Hoy he lanzado la pregunta en clase, y como nadie me daba respuesta les he explicado mi teoría. Les he dicho que ellos pueden sentarse al lado de desconocidos porque para ellos el resto de las personas puede ser como el aire, muebles o una pared. Por suerte se han reído y han asentido. Por otra parte, les he dicho, a los españoles nos incomoda estar tan cerca de gente sin hablar con ella y cercanía física significa tener que hablar de algo o escuchar o que os escuchen, y si vamos con nuestra gente, simplemente no queremos.

Todo esto vino porque en el libro había una audición en la que el dueño de un bar en el centro de Madrid decía que los extranjeros son graciosos porque piden compartir mesa. Todos somos graciosos si nos ponemos...

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